El restaurante La Parra es el escenario del viaje alucinante de una familia cosmopolita que custodia, desde la pasión, sabores y momentos que ofrecen como el mejor anfitrión. Las hermanas Tessa y Andrea, herederas de una sensibilidad y conocimiento familiar, mantienen su propuesta en lo más alto de la restauración de Madrid.
La primera sensación al entrar en el restaurante La Parra es de bienestar. Luces tenues, pequeñas lámparas de tela y manteles de hilo blanco entre azulejos andaluces y madera de recuerdo inglés. La música de Jazz acompaña a la sonrisa de Tessa y Andrea Sánchez Walmsley que, con la cordialidad de una amiga, reciben a su comensal para ofrecerle una gran experiencia gastronómica.

Todo comenzó tras el final de la II Guerra Mundial, cuando el actor inglés Brian Walmsley, que además ejercía de espía para los servicios secretos británicos, llega a Sevilla donde se enamora de la ciudad, de la cocina andaluza y de una joven de nombre Teresa Pérez de Guzmán, con quien abriría en Málaga, el primer restaurante La Parra.
Años más tarde se trasladan a Londres y abren La Parra en la ciudad del Támesis. Cuentan las crónicas que entre sus amigos y clientes estaban los Rolling Stones, la princesa Ana o Cristopher Lee.
Habían pasado unos años de ajetreada vida social en Londres cuando deciden regresar a Sevilla y abrir su tercer restaurante. En esta época, Tessa, la hija del matrimonio, se enamora del madrileño Ginés Sánchez-Rubio y en 1983 abren juntos, La Parra en Madrid.

La leche frita y las empanadillas de crema del recetario de la abuela madrileña se mezcla con la tradición inglesa del steak tartar o la salsa Brian, una barbacoa espectacular, que se elabora en La Parra con 20 ingredientes y que acompaña a unas deliciosas croquetas.
La Parra triunfa con una cocina seductora y diferente, donde la calidad y el esmero por el detalle hacen las delicias de los madrileños. Una ensalada de espinacas crudas, aguacate y bacon, a la que llamaron Popeye, fue la primera pista, hace 38 años, de que en este restaurante estaban pasando cosas interesantes.
Hoy son las dos hijas de los fundadores las que llevan el negocio, junto a un gran equipo de sala y cocina, donde el chef Javier Carmona, recoge el testigo de la historia y junto a Tessa y Andrea evolucionan sin dejar de mirar lo aprendido. La cultura del curry londinense, el corte a cuchillo y el aliño del solomillo del primer steak tartar que triunfó en Madrid, hace ya más de tres décadas, conviven en La Parra con un buen jamón Ibérico, anchoas de Santoña y los huevos fritos con patatas panadera.

Su salmorejo es uno de los mejores de Madrid y la ensalada de langostino en tempura, con salsa picante, base de seta sitake, rúcula, escarola, es un bocado sabroso y viajero que juega con texturas y el sabor de un gran producto.
El rape a la americana o su versión del plato griego taramosalata, que en La Parra han bautizado como «Taramasalata» (emulsión de huevas de maruca en pan de cristal), son dos recetas únicas que merece mucho la pena probar.
Del resto de una carta rica y variada, destacamos también, el magret de pato, el cochinillo, las cocochas a la andaluza o el pollito Marrakech. De postre, bordan el apple crumble y una tarta de chocolate y menta, sueva, ligera y elegante.
La bodega de La Parra es el territorio de Andrea. Ella, junto a su ex marido, fundó una bodega en Extremadura y ha diseñado una carta de vinos pequeña, atractiva y llena de personalidad. Ahora, incluyen vinos argentinos naturales, sin filtrar y ecológicos.

El restaurante La Parra es uno de esos lugares que han sabido mantenerse en el tiempo, que encontraron enseguida su personalidad y las claves de su propio éxito, y que ha practicado conceptos de hostelería que van y vienen en titulares pretendiendo marcar tendencia, pero que aquí son esencia y realidad desde hace muchos años.
Además de su espléndida cocina, el servicio, el trato o la delicadeza del detalle, convierten a La Parra en la casa de Tessa y Andrea, en ese lugar donde el slow food sucede en una sobremesa amena y divertida después de haber disfrutado de esa herencia gastronómica tan particular.
Más de tres décadas de identidad hacen de La Parra el lugar para disfrutar de una cocina prodigiosa en una sala acogedora y llena de historia e historias.