Cuenta la leyenda que el monasterio de El Escorial está construído sobre una de las bocas del infierno
A pesar de que este monasterio fuera símbolo de la fe católica, tenía un laboratorio alquímico que era frecuentado por brujas y hechiceros afines al monarca y a sus prácticas Heterodoxas.
Monasterio de El Escorial
La construcción del monasterio de El Escorial fue acometida en el año 1563 por el rey Felipe II para conmemorar la victoria española sobre el ejército del rey francés Enrique II en la batalla de San Quintín en el 1557. El conjunto serviría para perpetuar la gloria de la monarquía hispánica y la grandeza de la Casa de Austria.
El Escorial, según la tradición, recrea las trazas del templo de Salomón, el hijo del famoso rey David. Pero, además, cuenta la leyenda que el lugar elegido para la construcción del monasterio de El Escorial fue una de las bocas del Infierno. Sobre esta supuesta puerta al Averno, se colocó un colosal edificio sagrado que pasaría a ser el símbolo más importante de la monarquía hispánica y de su grandísima fe católica. Se levantó atendiendo a una petición de Carlos I a su hijo Felipe II, consagrándose como máximo defensor del catolicismo. Aunque esta exacerbada y un tanto fanática manera de vivir un catolicismo fundamentalista, ocultó y oculta algunos curiosos secretos.

El Pudridero
Uno de los elementos más conocidos del conjunto es el Panteón de Reyes. Pero los reyes no son enterrados directamente allí; sino que antes pasan unos veinticinco años en el llamado Pudridero. Una puerta de madera en el segundo descanso de las escaleras al Panteón Real marca el acceso a esta misteriosa sala, un lugar sólo accesible para la comunidad de monjes agustinos que custodian el Monasterio. Es una pequeña sala de dieciséis metros cuadrados con las paredes de piedra, el suelo de granito y el techo abovedado. La función del Pudridero es la de reducir los cuerpos al tamaño de los pequeños cofres que acogen a los monarcas, de apenas un metro de largo por cuarenta centímetros de ancho.
Planes Madrid
Una vez terminado el proceso de descomposición, el traslado de los restos al Panteón se celebra en la intimidad, donde sólo asisten un miembro de la Comunidad Agustiniana, otro de Patrimonio Nacional, un arquitecto, dos operarios y un médico.

La Biblioteca
La gran biblioteca que mandó crear Felipe II, aún siendo defensor a ultranza de la fe católica, apostólica y romana, guarda algunos secretos sorprendentes. Se creó como centro de estudios y centro del saber en el siglo XVI. La biblioteca mide 54 metros de largo cubiertos con una cúpula pintada con frescos de Pellegrino Tibaldi, un artista muy cercano al genial Miguel Ángel. Y en cierta medida nos puede recordar a la Capilla Sixtina. La biblioteca guarda unos 75.000 volúmenes, de los cuales 5,200 son códices manuscritos. La Biblioteca estuvo exenta de cumplir las normas marcadas por el Índex inquisitorial, ya que algunos de sus ejemplares estaban relacionados con el esoterismo y las ciencias ocultas. En la llamada Torre de la Botica, Felipe II instaló la Casa de las Aguas, un laboratorio alquímico donde se ponían en práctica las teorías de algunos de los libros prohibidos guardados en la Biblioteca. La Torre albergaba un gran alambique que fue conocido como “la Torre de Mattiolo” para destilar sustancias mágicas con el fin de obtener oro. Este lugar era frecuentado por brujas y hechiceros afines al monarca y a sus prácticas heterodoxas. Aunque más de uno acabó en la hoguera o perseguidos por la Inquisición.

Las Reliquias
Nada más y nada menos que 7.422 reliquias son custodiadas en El Escorial. Todas ellas perfectamente catalogadas, con certificados de origen y documentos que relatan los testimonios sobre cómo y dónde se hallaron.
Las reliquias eran coleccionadas como amuletos protectores contra el mal y el demonio. Tenemos que recordar que el monasterio se levantó sobre una de las supuestas bocas del infierno, con lo que las reliquias deberían custodiar esta entrada al Averno. Las reliquias se conservan en su mayoría en dos retablos tipo armario pintados por Federico Zúccaro, y se sitúan encima de dos altares en el testero oriental de las naves laterales, separadas en reliquias de hombres en el lado de la derecha y de mujeres en el de la izquierda. El número de reliquias fue aumentando con el tiempo, siguiendo los preceptos del Concilio de Trento en relación a los santos y sus imágenes.
Felipe II recurría a ellas para aliviar y curar sus dolores. Las besaba, las aplicaba sobre sus lesiones e incluso en su lecho de muerte, el Rey quiso rodearse de sus reliquias más preciadas.
Por Luis Pérez Nieto. Historiador del arte y gestor cultural.. Presidente de Madrid en Ruta, cuyo objetivo es dar a conocer el patrimonio de Madrid.