Carlos Hipólito se convierte en Gerardo Vera sobre el escenario de la sala Max Aub de Matadero para relatar la vida del creador, mientras camina por la historia reciente de España.
“Oceanía” -ese lugar al que nunca viajó Gerardo Vera- estará en cartel hasta el 24 de abril.
Desde la emoción del espectador, pedimos conversar con el actor.
¿Cómo ha sido ponerse en la piel de Gerardo Vera?
Para mí es emocionante porque Gerardo era amigo mío, trabajé con él varias veces, teníamos una relación estupenda y su pérdida fue muy dolorosa.
(Gerardo Vera falleció por Covid el pasado mes de septiembre de 2020)
El hecho de que apostara por mí para hacer este monólogo lleno de recuerdos de su primera infancia y juventud, me conmovió desde la primera lectura.
““Oceanía” habla de temas que a todos nos conciernen, más allá del tema familiar o de crecimiento personal, la obra es un retrato social de esa España de posguerra”.
¿Cuáles son los puntos fuertes de este texto?
Tanto Gerardo Vera como José Luis Collado han conseguido que tenga carga emotiva y social. Me parece que es muy hermoso cómo la obra está vehiculada a la historia o cómo nos cuenta la relación con su padre. “Oceanía” habla de temas que a todos nos conciernen, más allá del tema familiar o de crecimiento personal, la obra es un retrato social de esa España de posguerra.
Gerardo Vera eligió a Carlos Hipólito
“No lo voy a hacer porque nunca he hecho un monólogo”.
¿Cómo te involucras en este proyecto?
Hace más de tres años Gerardo comenzó a escribir unas memorias y quería darle forma de novela, aunque después decidió que sería un bonito monólogo. De las más de 300 páginas se quedó en 30 y es, en ese momento, cuando Gerardo me llamaba por teléfono y me leía partes de la obra, hasta que un día me dijo, “esto lo tienes que hacer tú”. A lo que le respondí: “No lo voy a hacer porque nunca he hecho un monólogo”.
¿Cómo es posible que nunca hubieras hecho un monólogo?
Siempre había dicho que no porque lo que más me gusta del escenario es estar con otro compañero. Gerardo insistió tanto que acepté. Aunque le seguía preguntando por qué estaba tan obsesionado en que fuera yo el actor, a lo que me contestaba: “no hay otro”.
¿Cómo queda el proyecto cuando Gerardo Vera fallece?
Llegué a leerlo con él y recuerdo que los dos nos emocionamos.
“Oceanía” es una autobiografía muy íntima que también nos lleva a la España de los años 50, una historia que no debemos olvidar.
Por supuesto, hoy estamos en un momento que recuerda bastante a ese clima “guerracivilista” de las posturas tan enconadas, de los rojos y azules, los blancos y negros, la ausencia de matices, de conmigo o contra mí.
¿Cuál es tu análisis de esta polarización?
Me parece peligrosísima porque crea enfrentamientos profundos, y en eso España parece ser especialista.
“Oceanía” una obra que también habla de España
Aunque evidentemente hemos avanzado en muchos aspectos, “Oceanía” te recuerda que quizás no tanto.
Avanzamos y de pronto hemos vuelto a retroceder. Estamos viviendo un período de involución, con una falta de diálogo tremenda, que no conduce a ningún sitio.
Veo demasiada gente, enrocada en sus ideas, que no quiere escuchar al que piensa de otra manera.
Precisamente el teatro, la cultura, son maneras de solucionar eso.
Evidentemente. Hay que abrir ventanas para que nos de el aire y escuchar lo que opinan los demás, eso siempre nos va a enriquecer, aunque sea para reafirmarnos en lo que pensamos. Por eso “Oceanía” es una obra muy necesaria porque también nos hace reflexionar.
“La vida de Gerardo Vera, sus decisiones y su trabajo han supuesto una forma de ejemplo y de lucha”.
¿Gerardo Vera fue un luchador social o un artista en constante búsqueda?
Gerardo fue más un creador. Un niño peculiar que creció buscando su vía de expresión en el arte. Lo que pasa es que su vida, sus decisiones y su trabajo han supuesto una forma de ejemplo y de lucha.
Era un hombre muy inquieto culturalmente y eso le sirvió para desperezarse y encontrar los lugares y las personas para poder crecer. Ahí estuvo su inteligencia.
¿Cómo llevas tu primer monólogo en un escenario minimalista, donde todo el foco está en ti?
Es diferente a todos los demás trabajos, porque aquí mi interlocutor es el público. La cuarta pared está rota y el texto, teniendo partes reflexivas, es muy narrativo. Me lo estoy pasando muy bien, pero es un esfuerzo de concentración enorme. Y emocionalmente es un viaje muy intenso, aunque a la vez es un disfrute como intérprete.
¿Te sientes cómodo solo ante el público?
Si, noto que me miran con concentración y puedo ver sus emociones. Así que es muy gratificante.
¿Qué lugar ocupa el teatro en tu vida?
Lo más importante de mi vida es mi familia, pero esa relación está alimentada por mi estado de ánimo que, a su vez, está en plena forma por poderme dedicar a lo que me apasiona. Ser actor me ha permitido tener una vida mejor y hacer grandes amigos, algunos de los cuáles fueron mis héroes cuando yo era pequeño.
¿Cómo era ese Carlos Hipólito, niño, que iba al teatro con su madre?
Me encantaba y me quedaba embobado. En mi casa siempre se ha respirado teatro por todas partes. Mi mujer Mapi (Sagaseta) y mi hija Elisa, son actrices.
¿Cómo observas a la nueva generación de actores y actrices?
Con muchísimo optimismo porque aparte de talento hay una preparación que los de mi generación no teníamos ni de lejos.
También he detectado mucho amor por el oficio, aunque haya alguno que solo piense en ser famoso -que es el gran error de mucha gente joven- hay muchos más que están en el oficio porque lo aman.
Madrid
¿Qué es Madrid para ti?
Madrid es mi ciudad. Nací en el barrio de Chamberí y para mi es la mejor ciudad del mundo, que tiene, como mejor cualidad, el carácter acogedor de los madrileños.
¿Qué te gusta hacer cuando no estás actuando?
Aprovecho para leer, y en casa nos gusta mucho la música y cantar en familia.
Sala Max Aub. Naves Español. Matadero Madrid. Hasta el 24 de abril. Entradas Aquí.