La ciudad alemana de Düsseldorf es una potencia económica que históricamente ha enfocado parte de su energía en ser un centro de reunión de talento artístico. Con sus más de 100 galerías de arte y 26 excepcionales museos es uno de los lugares más interesantes a los que viajar para aquellos a los que les guste disfrutar del arte contemporáneo.
Düsseldorf, la experiencia del arte
Antes de que Napoleón arrasara sus fortificaciones en el año 1795, la ciudad alemana de Düsseldorf ya había fundado (veintidós años antes) la primera academia de arte europea.
El río Rin, que acaricia la ciudad, ha traido siempre negocio y dinero por su ancho cauce, ayudando a convertir la capital del estado federado de Renania del norte en una ciudad muy próspera que sufrió un gran desarrollo económico en la revolución industrial y que supo resurgir de sus cenizas tras ser casi totalmente destruída en la Segunda Guerra Mundial.
Hoy conviven más de 600.000 habitantes en Düsseldorf y lo hacen en una ciudad moderna, donde la cultura y el dinero se muestran evidentes en su arquitectura y las muchas posibilidades de ocio que ofrece. Pero fueron y son sus habitantes quienes han decidido que además sea un referente mundial del arte, con más de cien galerías y 26 museos.
Diseñando el metro
La ciudad muestra orgullosa sus nuevas estaciones de metro. Antes, habían decidido que nunca tendrían publicidad y que su diseño se encargaría a un amplio equipo de arquitectos y artistas para que juntos trabajaran en la creación de espacios diferentes, limpios y llenos de talento.
Cada espacio bajo tierra es una obra de arte, las paredes pretenden mostrarnos la piel de una serpiente, el videoarte pone a cada transeúnte como protagonista en grandes pantallas que emiten en directo o el sonido del canto de los pájaros sorprende en un tramo de escaleras.
Y todo para hacer una ciudad más peatonal y amable, que también fué la primera en Europa que inauguró un jardín público. Estamos hablando de vocación, de calidad de vida.
La visión de Fisher
El último tren nos deja en el barrio más hip, en Flingern, donde las galerías de arte se confunden con otros establecimientos comerciales y portales de viviendas de poca altura.
Un patio rehabilitado da paso a la galería Shönewald, con más de 25 años de antigüedad y verdadero centro neurálgico de reunión. Disfrutamos de una exposición magnífica de esculturas cerámicas de Wilhem Mundt. A pocas manzanas está la galería Conrads, con fotografías y dibujos de Anna Vogel. Y por fin llegamos a la galería de Konrad Fisher. Atravesamos un patio, esta vez presidido por un gran árbol que nos deja delante de siete esculturas de colores de Thomas Schütte y frente a la historia que arrancaría este reportaje ya que fue Fisher, el artista que inauguró esta galería en 1969, el causante del origen del vigoroso latido artístico que Düsseldorf tiene hoy en día. Sus faceta de artista fue sustituída por la de intelectual y galerista, siendo el primero en comprender la importancia de los movimientos minimalistas y pop art que comenzaron a fraguarse en Nueva York. Allí viajó con su mujer Dorothee durante tres semanas para conocer de primera mano a artistas que tampoco en Estados Unidos eran entonces reconocidos. Les conoció e invitó a su casa en Alemania donde construyó varias cabinas de trabajo que a la vez servían como salas de exposición para cada uno de ellos y el resultado fue tan sorprendente que impulsó su éxito futuro en todo el mundo y que, por supuesto, ha llegado hasta nuestros días también en la fisionomía, la piel y el caracter de la ciudad de Düsseldorf.
El paseo por la ciudad la define como un espacio amable, sencillo de caminar y dócil, donde el visitante siente que puede dominar el pulso de la metrópoli. El ladrillo rojo de las grandes iglesias se mezcla con edificios modernos proyectados por los mejores arquitectos del mundo, zonas peatonales y grandes parques arbolados.
Una estatua del compositor Felix Mendelssohn nos indica el camino de entrada al Museo Kunst Sammlung Nordrhein Westfalen. El minimalismo de Konrad Fisher nos recibe con una escultura realizada con neones y nos da paso a una interesante exposición permanente donde podemos ver una reproducción de las habitaciones que el genio de Fisher fabricó para sus artistas invitados. En su colección destacan obras de Carl André, Daniel Buren, el español Juan Muñoz, Pollock, Warhol, Frank Stella, Gris, Miró, Picasso, Sol Lewitt o las esculturas de Thomas Shitte, entre muchos otros. La muestra se titula “Cloud And crystal” y se puede ver hasta el 8 de enero. Pero Düsseldorf no da tregua al amante del arte. Su oferta es abrumadora y puede hacer feliz al más insaciable de los visitantes.
El museo Kunsthalle de arte contemporáneo programa sin cesar exposiciones indispensables para mantener la comprensión del angustioso ritmo que marca el arte.
Los bares de alrededor de los museos celebran tertulias para conversar sobre la última exposición y así el arte es uno más en la cotidianeidad de la ciudad.
También hay que visitar el museo de la ciudad o Kunstpalast Museum, junto al edificio de la ópera (con precios muy populares) y el planetario. O el soprendente K21, el más moderno de todos, donde las instalaciones y el videoarte atrapan de verdad todas emociones posibles del forastero.
El Rin
Desde la turística plaza peatonal del Ayuntamiento, dejando atrás la puerta del mejor restaurante de la ciudad, llamado Meinhaus, se ve el río Rin. Grandes barcazas transportan mercancías mientras que decenas de personas pasean por su verde ribera. En la otra orilla se divisan las gigantescas estructuras metálicas de la central eléctrica de Düsseldorf, que inspiró en 1970 a la primera banda de música electrónica llamada Kraftwerk. Todo es inspiración y arte en esta ciudad alemana, hasta sus políticos locales son capaces de ceder un espacio de hormigón entre dos túneles para convertirlo en la galería KIT, Kunst Im Tunel (o arte en el túnel).
Hasta sus edificios y la reconstruida zona del puerto (Harbour) parece trazada con el genio de un artista. Los grandes puentes, sus sorprendentes y nuevas fachadas, las antiguas grúas o los tres edificios, rojo, plata y blanco, del gran Gehry parecen dejar claro que Düsseldorf sigue inspirado.
Más arte
Y si la ciudad no te ha ofrecido suficiente… A Düsseldor le rodea también arte. Dos lugares muy especiales aunque no muy sencillos de acceder. A poco más de 15 minutos en coche (o taxi) merece la pena visitar el Museum Insel Hombroich, creado en 1987 por un coleccionista de arte que compra 34 hectáreas de campo y construye 11 edificios para exponer su colección que recorre esculturas chinas hasta rembrandts o chillidas. El lugar habla de naturaleza, aquitectura y el visitante se convierte en parte del museo.
Otro lugar impresionante es la Langen Foundation, sus paredes de cristal, diseñadas por Thomas Shuette, albergan exposiciones geniales, como la actual de Richard Deacon (hasta finales de año).
Además del arte
Y además del arte, de la abrumadora muestra de sensibilidad de la ciudad, Düsseldorf tiene otros divertidos encantos, como su barrio japonés, llamado Little Tokio, donde vive y ha vivido desde hace muchos años una de las mayores comunidades niponas del mundo. (Aunque después de la Segunda Guerra Mundial sólo quedara un japonés en la ciudad, con el tiempo volvieron a Alemania y hoy suman más de 11 mil).
En esta zona, por las noches se pueden ver largas colas para entrar en los restaurantes de cocina japonesa, que por su calidad tienen mucha fama.
También hay que hablar del shooping y de la famosa zona peatonal Heindrich Heine y la calle Mertens Gasse, la mayor concentración de tiendas de marcas de lujo en Europa.
Entre otras actividades complementarias hay que destacar sus clubes de Jazz, el Museo de los barcos, los cientos de bares donde beber cerveza y compartir mesa con los animados habitantes de la ciudad o sus lujosos restaurantes y clubes nocturnos.
Desde estas líneas recomendamos disfrutar del último restaurante abierto por el chef inglés Jamie Oliver, llamado Hausmann´s Düsseldorf en la ciudad vieja o de las discotecas SirWalter o Chateau Rikx.
Oficina de turismo de Alemania.
Foto de portada: La galería de arte KIT es un espacio baldío que ha sido cedido por el Ayuntamiento tras la gigantesca obra de dos túneles que vertebran la ciudad. En la imagen instalación del artista ruso Rostan Tavasiev.
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