Masaaki Hasegawa nunca estudió Bellas Artes, se formó para ser financiero y se ganó la vida como luchador profesional de artes marciales, pero un día escribió un libro sobre la creatividad y esas palabras le abrieron la puerta del arte.
El japonés Masaaki Hasegawa (Tokio, 1987) acaba de terminar la obra de caligrafía más grande de Europa en el techo del Museo Zapadores de Madrid, más de 2000 metros cuadrados de caligrafía creada para romper barreras entre los hombres.
“Connect People Thru Art Beyond Borders” es el nombre de la obra que has realizado en el tejado del Museo Zapadores de Madrid, ¿Cuál es el mensaje?
Hablo de lo que separan las fronteras, de los idiomas, las nacionalidades, el género o a las generaciones. Y utilizo el arte como catalizador para conectar a la gente, de quitar fronteras.
¿Piensas que la globalización no es suficiente?
Pese a Internet y todo lo que define hoy a la globalización, las personas siguen teniendo un montón de barreras y conflictos para relacionarse. Utilizo el arte porque no requiere comprensión lingüística. Por ejemplo, un bebé no puede leer pero sí sentir la música o los colores, una sonrisa o un grito.
¿Qué has pintado en la cubierta del Museo Zapadores?
Es la obra de caligrafía más grande de Europa (hasta hace poco, del mundo), Inspirada en una jornada pintando en la naturaleza, concretamente en una montaña cerca de Segovia.
¿Por qué la necesidad de pintar una superfície tan grande? (1.926m2)
Era importante para mí demostrar la fuerza del arte para conectar a la gente y el papel del arte en el siglo XXI. También el potencial creativo que cada persona tiene.
Porque sorprendentemente vienes de un mundo totalmente diferente.
El salto fue cuando escribí un libro sobre la creatividad y lo presenté en la librería del museo Reina Sofía. Alguien me preguntó entonces que porqué no hacía arte, si hablaba sobre él.
Pensé en el reto y me propuse demostrar que todos podemos descubrir y desarrollar nuestro lado más creativo.
En tu obra utilizas tipografías que no lo son, como un simbolismo personal y sentimental, ¿cómo llegas hasta ese concepto?
Parto de la idea de que el idioma es una herramienta de comunicación, que al mismo tiempo ese mismo idioma crea barreras. Así que mi objetivo fue crear una tipografía íntima que la gente no podría leer, pero sí sentir. Si intentas leer algo, tu interpretación de la obra se va a limitar y es lo que no quiero que suceda.
¿Has bautizado de alguna manera a tu proceso?
Lo llamo Caligrafía 3.0 y Caligrafía 4.0. La diferencia es si toco o no la superficíe en la que pinto. 3.0 sería la obra de la azotea, donde las brochas sí tocaban el suelo, y 4.0 son mis cuadros, donde los pinceles no tocan nunca el lienzo, reciben la salpicadura del movimiento de mi mano dibujando letras en el aire para crear un espacio aleatorio entre el caos y el orden.
Sabemos de la importancia y tradición de la caligrafía en Japón, ¿cómo pasas de esa enseñanza a esta libertad?
Efectivamente, en la caligrafía japonesa creamos líneas para crear espacios, que son los más importantes. En Japón entienden la belleza como algo que no puedes ver. Este concepto cultural es el que ha influenciado mi obra y reflejo como un encuentro entre Japón y occidente, entre lo visible y lo invisible.
¿Por qué eliges Madrid para vivir y pintar?
Era el peor estudiante de español de mi universidad en Japón y cuando vengo a perfeccionar mi español a Madrid, me encuentro con una sociedad que abraza la pasión y me inspira.
APROVECHAMOS la ocasión para pedirle consejo sobre la mejor cocina japonesa en la ciudad y Hasegawa nos recomienda el restaurante Ginza (Plaza de las Cortes, 3).
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«Creo letras que solo puedes sentir»
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