Fue arrojado a la desesperada por una ventana para que no ardiera junto con otras obras de arte.
El incendio del Alcázar de Madrid.
Con la muerte del rey Carlos II, se acaba la dinastía de los Austrias y llega a España el primer Borbón, su sobrino-nieto Felipe V. Fue durante su reinado cuando en la Nochebuena del año 1734 un misterioso incendio hizo desaparecer pasto de las llamas el Real Alcázar. El edificio se levantaba en la actual plaza de Oriente y su origen era la alcazaba islámica del emir Mohamed I, la cual sufrió todo tipo de modificaciones a lo largo de los siglos. El incendio del Alcázar, según las crónicas oficiales, se originó en el taller del pintor de Jean Ranc, extendiéndose a todo el conjunto en cuestión de horas debido a la decoración de alfombras, tapices, bargueños, vigas de madera etc. altamente inflamables. Las campanadas de auxilio para extinguir el fuego del alcázar real fueron eclipsadas por el sonido de las campanas de todas las iglesias de Madrid llamando a la misa del Gallo. El edifico estuvo ardiendo durante cuatro días, y a pesar de los esfuerzos por apagar el fuego, nada se pudo hacer por salvar el edificio, ni a las más de 500 obras de arte que allí perecieron, entre ellas varios cuadros de Diego Velázquez y de artistas como Tiziano, El Bosco, Ribera, Rubens etc.
Curiosamente la familia Real que solía celebrar Nochebuena en la capilla del alcázar no se encontraba presente aquella fatídica noche y además el apresurado traslado de algunas obras de arte, hacen sospechar que el incendio fue intencionado.
«Las campanadas de auxilio para extinguir el fuego del alcázar real fueron eclipsadas por el sonido de las campanas de todas las iglesias de Madrid llamando a la misa del Gallo. El edifico estuvo ardiendo durante cuatro días»
El incendio de la Plaza Mayor.
La noche del 16 de agosto de 1790 comenzaba un devastador incendio que cambió la plaza Mayor para siempre. El fuego comenzó en un comercio entre la calle Toledo y la escalinata de acceso a la calle Cuchilleros (actual Arco de Cuchilleros). El fuego se propagó con increíble celeridad, ya que la mayor parte de la estructura del recinto era de vigas de madera. En pocas horas un lienzo entero de la plaza se derrumbó. A pesar de la ingente cantidad de medios para intentar parar el fuego, fueron necesarios nueve días para su extinción total. Hubo que derribar casas enteras para que hicieran de cortafuegos. Increíblemente no hubo que lamentar víctimas mortales, aún así, el balance fue desolador: 1.302 personas perdieron su vivienda. Ante tan magna desgracia el rey Carlos IV entregó para los afectados un millón de reales.
El arquitecto real Juan de Villanueva se encargó de la reconstrucción. Villanueva quiso mantener el diseño original de Juan Gómez de Mora, aunque rebajó la altura de cinco a tres plantas y cerró las cuatro esquinas de la plaza con grandes arcos, para dotarla de mayor monumentalidad.
El incendio, no solo afectó a la Plaza Mayor, sino que también lo hizo a la vecina iglesia medieval de San Miguel de los Octoes, que quedó completamente devastada. En su lugar se levanta actualmente el mercado de San Miguel.
El teatro de Variedades
El teatro de Variedades se situaba en la antigua calle Pasión frente al mercado de la Cebada. Un teatro humilde que acogía todo tipo de representaciones, siendo las más populares las zarzuelas; a las que solía asistir la reina Isabel II para compartir ocio con el pueblo. En el año 1906 el ayuntamiento había clausurado el teatro debido a una serie de insuficiencias en la instalación eléctrica, la cual fue renovada por completo. Aun así, un cortocircuito fue el origen de una de las mayores tragedias de Madrid.
El 23 de septiembre de 1928, durante la representación del sainete La mejor del puerto, sobre las nueve menos cinco minutos de la noche, una pequeña chispa saltó del cuadro de luces prendiendo el telón y el escenario propagándose rápidamente por todo el teatro. El público asistente comenzó a salir en estampida del teatro al grito de ¡fuego! ¡fuego!, la sala quedo a oscuras, tan sólo iluminada por el fuego cada vez más voraz, arrasando con todo a su paso. Las personas que buscaban salvar su vida fueron creando un enorme tapón en el pasillo de salida. El humo, que inundaba la sala, iba haciendo que la gente cayese al suelo víctimas de la acción del monóxido de carbono. La estructura empezó a derrumbarse provocando todavía más muertes, a esto hay que añadir el humo que inundaba la sala provocando numerosas intoxicaciones. El balance final es escalofriante: 90 víctimas y más de 200 heridos.
TEXTOS y fotos: Luis Pérez. Historiador del arte y gestor cultural. Presidente de Madrid en Ruta, cuyo objetivo es dar a conocer el patrimonio de Madrid.
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