La Comunidad de Madrid presenta «Antonio López en Sol», muestra que homenajea a uno de los artistas españoles más importantes que, además, tiene una vinculación sentimental con la Real Casa de Correos puesto que fue el lugar en el que, durante años, guardó sus materiales de trabajo los días que pintaba la puerta del Sol.
Antonio López (Tomelloso, 1936) es uno de los creadores en activo más destacados de la escena nacional e internacional. Ha desarrollado una obra muy personal, vinculada a la generación de los realistas de los años sesenta pero completamente independiente de las tendencias europeas o americanas.
Con apenas trece años llegó a Madrid procedente de su Tomelloso natal para el ingreso en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y, desde entonces, su vida ha estado ligada a esta ciudad.
Considerado el maestro del Realismo, es el artífice de algunas de las imágenes pictóricas más recordadas de la capital. Perteneció, junto a Amalia Avia, Francisco López, Julio López, María Moreno, Esperanza Parada e Isabel Quintanilla, a un grupo histórico de pintores y escultores que han vivido y trabajado en Madrid. El artista, de mirada intensa y concentrada, confiere a su producción una presencia del tiempo que mueve al espectador a una contemplación ensimismada y reflexiva.
A lo largo de su extensa trayectoria ha creado una obra de aire atemporal y de gran virtuosismo técnico, centrada en la representación realista de seres y objetos. Su repertorio iconográfico parte de la observación de su realidad circundante y los paisajes exteriores, que van desde su pueblo de origen hasta las célebres vistas urbanas de Madrid.
Antonio López es también un relevante escultor, y en su producción destacan sus enormes esculturas de cabeza de bebé, dos de ellas ubicadas de manera permanente en la Estación de Atocha. Bajo el título Día y Noche, representan a la nieta del autor con apenas seis meses. Ahora, en la Real Casa de Correos, se presentan ahora otras dos cabezas tituladas Carmen despierta y Carmen dormida, fieles retratos de la niña, que simbolizan la energía del inicio de la vida a través de esos rasgos infantiles, ejecutados a gran escala.
Esta exposición no es solo una oportunidad de disfrutar de estas emblemáticas obras, sino también una invitación a la contemplación y el recogimiento que produce el tiempo suspendido de nuestra realidad cotidiana, a través de las delicadas facciones de un bebé.