Por primera vez en la historia la Plaza Mayor de Madrid es visitada solo por madrileños. Es una situación única para disfrutar de tan bello espacio, volver a tenerlo en cuenta en nuestras agendas de ocio y exigir a su locales y restaurantes que sigan elevando sus criterios de calidad y buen servicio. Es un buen momento para que Madrid se reconcilie con su Plaza Mayor.
Felipe III, hierático desde su caballo de bronce, disfruta del silencio de la plaza, del canto de los pájaros y del tranquilo caminar de los madrileños que poco a poco se acercan enmascarados hasta sus inmediaciones. No hay músicos callejeros, ni pintores, ni vagabundos durmiendo en los soportales.
José Antonio Aparicio es el presidente del Gremio de Restauradores de la Plaza Mayor y el dueño del bar Plaza Mayor.
Actualmente solo han abierto 8 de los 19 restaurantes de la plaza. El resto siguen refugiados en la seguridad del ERTE a la espera de que el turismo se reactive.
«Yo he nacido en esta plaza y es la primera vez que la veo solo con madrileños. Los fines de semana se llena y muchos preguntan preocupados cómo nos va. Vienen a ayudar. Está siendo emocionante, aunque el goteo de la recuperación es lento. Tenemos que esperar a que vuelvan los turistas en septiembre u octubre», explica Aparicio.
Los meses de verano son temporada baja para la Plaza Mayor, otoño y primavera, además de fechas señaladas como Navidad o San Isidro, son los momentos del año cuando los diferentes establecimientos ven subir sus ventas.
Desde el año 2006 la asociación del Gremio de Restauradores ha trabajado en implantar códigos de buenas prácticas para mejorar la imagen y el servicio y despojarse con el buen ejemplo de una mala fama ganada a pulso en el pasado, con la intención de volver a abrir la Plaza Mayor a todos los madrileños y ver cómo el turista y el madrileño pueden llegar a compartir este espacio emblemático de la ciudad de Madrid.
«El madrileño es muy buen cliente. Estamos encantados»
Luis es el director del restaurante Arrabal, uno de las mejores elecciones posibles para tapear, comer o cenar que ofrece la Plaza Mayor. Han renovado su carta y han adaptado los precios «a esta situación excepcional», explica el director del restaurante.
Una carta amplia, de buena cocina, desde un cuidado producto y adaptada a un presente que también quiere sentar en su terraza al público madrileño, ofrece unos sabrosos bocadillos de calamares y rabo estofado de toro montados en pan de torta de aceite que dan buenas pistas del empeño de esta cocina por hacerte repetir.
En su carta, ricas alcachofas confitadas a la plancha, berenjenas rebozadas con hummus, sardina del Cantábrico ahumada y pan sardo o bacalao sobre parmentier de trufa, son algunas de las recomendaciones. Además de una buena carta de vinos y coctelería. De postre, macedonia de mil frutas, sorbete de maracuyá al vodka o tarta de queso fluido al horno.
Su barra, la sala principal, a pie de calle, y su restaurante en la planta baja, de altos techos y paredes originales de la carbonera en ladrillo rojo, o su comedor privado, son un espacio acogedor donde un buen servicio remata una buena experiencia.
Luis dice estar encantado con sus comensales madrileños, «Es una buena oportunidad para convencerle de volver a la Plaza Mayor. El madrileño nos está apoyando y espero que siga viniendo».
El otro buque insignia de la Plaza Mayor es el restaurante Los Galayos, que sigue cerrado, pero no podíamos dejar de mencionar su cochinillo asado, su cazuela de gambas o su huevos fritos con puntilla y juliana de pimientos rojos y verdes.
La tienda de sombreros Casa Yustas también está abierta, dando ese toque castizo y testimonial de la relevancia de las fachadas y escaparates de época.
En la heladería Bico de xeado se ven colas de familias esperando pacientemente su turno.
La Filatelia Arias, abierta en 1960 y donde trabaja Daniel, miembro de la tercera generación, espera que vuelvan a entrar clientes. «Percibo un desconocimiento total. La gente no sabe si puede venir, si tiene que pedir cita o si le van a multar».
En El Museo del Jamón, atienden a los clientes en su terraza medio vacía. «Se nota un poco más de alegría. Vienen muchos venezolanos, parecen turistas. Estando en Fase 2, no se muy bien de dónde han salido», comenta un camarero de este mítico bar restaurante de bocadillos de jamón, abierto en Madrid en el año 1976.
101 años ha cumplido el Bazar Arribas, la juguetería de la Plaza Mayor. Estos días, Miguel espera volver a vender muñecas y coches de juguete a sus clientes de Miami y a los turistas chinos. «Vamos viendo que día a día se mueven las cosas, pero falta mucho. Echamos de menos el turismo de latinoamérica, que son los que más compran».
El Bar Tineo, abierto en 1926 como Bar El Pasajero, tenía delante un surtidor de gasolina para llenar los depósitos de los autobuses que viajaban con turistas a Toledo. Es un clásico de las tapas de calamares, pulpo, boquerón y ahora están trabajando el 2×1, «para aguantar esta etapa que está siendo muy floja», comenta un camarero.
Los bocadillos de calamares más famosos de la Plaza Mayor son los de la Cafetería Magerit. 90 años friendo ese símbolo de la ciudad de Madrid. Fernando nos cuenta que además de muchos bocadillos, también gusta su chocolate con churros, las tostas y sus ensaladas. «Durante la semana estamos casi vacíos, pero el fin de semana se llena de madrileños. Es la primera vez en la vida que sucede. El público viene con la intención de apoyarnos y muchos han venido en cuanto han podido para comerse un bocadillo de calamares recién fritos», concluye Fernando.
Foto de portada: Terraza del restaurante Arrabal.