Cinco árboles singulares de Madrid que tienes que conocer

Tiempo de lectura: 6 minutos

Los árboles están tan presentes en nuestra vida que apenas nos fijamos en ellos. Rara vez levantamos los ojos y miramos el mundo vegetal que nos rodea. Tenemos el privilegio, como madrileños, de vivir en una de las capitales del mundo con más árboles y debemos aprender a valorarlos como testigos vivos de nuestra historia y fuente de oxígeno y salud. En Madrid contamos con árboles centenarios, merecedores de nuestro respeto y cariño. En este reportaje destacamos algunos de los 56 árboles singulares* que viven en nuestra ciudad.

Árboles Singulares

Todos estos árboles están reconocidos en inventarios del Ayuntamiento y de la Comunidad de Madrid. Cuentan con cuidados especiales por parte de los encargados de jardines del ayuntamiento e incluso han sido clonados por el IMIDRA para perpetuar las características que les han hecho tan longevos y resistentes.

Probablemente el árbol más viejo de Madrid y uno de los más bellos, sea el Ahuehuete o como se le conoce popularmente, el ciprés calvo del Retiro. Está situado en el Parterre, cercano a la puerta de Murillo, frente al Casón del buen Retiro.

Según algunas fuentes este árbol se plantó a la vez que se creaba el Retiro como finca de caza Real, en 1632. Es el único representante de esta especie en la ciudad de Madrid, teniendo a sus parientes más cercanos en los jardines reales de Aranjuez. Allí existe un ahuehuete del siglo XVIII, más grande que el de Madrid pero menos bello y armonioso.

Es una especie de origen Mexicano, una herencia de la época colonial, cuando Madrid y sus reyes gobernaban en América.

Un superviviente
Este árbol ha sobrevivido a guerras como la de la independencia, que acabó con la mayoría de los árboles del Retiro. Según una leyenda, de las muchas que rodean a este árbol, los soldados franceses respetaron al Ahuehuete porque usaron su horquilla para instalar un vigía y un pequeño cañón.

 

 

LA ENCINA UNIVERSITARIA

Encina-amaniel
Encina
300 años
Calle amaniel
Quercus ilex.
También conocida por los nombres vulgares de carrasca y chaparra.

Hubo un tiempo en el que el territorio que es ahora el Oeste de Madrid, fue un bosque de encinas. Posteriormente este bosque real, uno de cuyos primeros guardas se llamaba Amaniel, se transformó en una dehesa de la ciudad, que conservó el nombre de su antiguo guarda. El territorio de encinar adehesado de Madrid llegaba desde las murallas de la ciudad hasta la actual Dehesa de la Villa.
La finalidad de esta dehesa era alimentar al numeroso ganado que abastecía a las carnicerías de la creciente ciudad. Con el trascurso de los siglos, esta dehesa de encinas fue cediendo terreno a la ciudad, y parte de ese territorio se transformó en las huertas del noviciado de jesuitas y posteriormente en ciudad.

Testigo de la historia, es la encina del jardín (y aparcamiento) de la antigua Universidad Central de Madrid, fundada en el siglo XIX y situada en la calle de Amaniel.

Es la última encina superviviente de la antigua dehesa, de la poste-rior conversión en huertas, y del crecimiento de la ciudad, que fue talando una a una a sus compañeras.

Esperemos que esta encina, con más de 300 años, superviviente de guerras y bombardeos, sea capaz de sobrevivir también a la contamina-ción de los automóviles que la rodean.

 

EL PINO MÁS ALTO

Pino 220 años Rosaleda de El Retiro Originario de la región mediterránea, tanto norteña como del sur. El pino está rodeado de muchas leyendas, se le nombra en la Biblia y en la Mitología griega, donde estaba consagrado al culto de Dionisio. El escritor, científico, naturalista y militar latino, Plinio el viejo, nacido el año 23 de nuestra era, dio el nombre de islas Pitiusas, en griego abundante reserva de pinos, a Ibiza y Formentera al estar pobladas por gran cantidad de pinos.
Pino
220 años
Rosaleda de El Retiro
Originario de la región mediterránea, tanto norteña como del sur.
El pino está rodeado de muchas leyendas, se le nombra en la Biblia y en la Mitología griega, donde estaba consagrado al culto de Dionisio. El escritor, científico, naturalista y militar latino, Plinio el viejo, nacido el año 23 de nuestra era, dio el nombre de islas Pitiusas, en griego abundante reserva de pinos, a Ibiza y Formentera al estar pobladas por gran cantidad de pinos.

Alto como un pino, todos lo hemos escuchado alguna vez. Los pinos son alguno de los árboles más altos de los parques madrileños. Sin embargo pocos madrileños sabemos dónde se encuentra el pino más alto de Madrid.

Probablemente el pino más alto de la ciudad sea el pino carrasco junto a La Rosaleda de El Retiro. Sus más de 35 metros de altura y sus 220 años de antigüedad, hacen que este pino sea un ilustre madrileño digno de respeto.

Pudiera ser uno de los árboles salvados por el Conde de Toreno cuando se remodeló este área del Parque de El Retiro.

Árboles de Madrid

Un anciano
Por su edad, cercana al límite máximo de edad para su especie, cada año que disfrutamos de su presencia, puede ser el último. Aprovechemos mientras podamos para verlo y darle un abrazo, no tiene pérdida, está junto a la rosaleda, en su parte Oeste, solo hace falta mirar para arriba, mucho.

El nombre científico de la especie, Pinus halepensis, (pino de Alepo o pino carrasco) proviene del nombre de la ciudad siria de Alepo.
Su denominación vulgar carrasco hace referencia a su mal porte, frecuentemente semejante a la carrasca o encina.

 

EL MADROÑO MÁS CASTIZO

Madroño-Plaza-independencia
Madroño
Plaza de la lealtad
Arbutus unedo
Ademas del licor, en tiempos, en España, se obtenía azúcar de esta planta.
Este madroño, como el anciano que es , cuenta con ramas tan grandes y pesadas que precisa de unos bastones de hierro para sujetarlas.

Todos sabemos que el madroñero o madroño, es el árbol que supuestamente figura en el escudo de Madrid. Sin embargo los madroños no son un árbol abundante en las cercanías de la ciudad. Esta especie prefiere climas un poco más benignos como los de los bosques costeros, y soporta mal las fuertes heladas invernales. Por ello desapareció de Madrid donde al parecer era abundante, cuando las temperaturas de la capital bajaron al final de la Edad Media.
No fue hasta finales del siglo XIX cuando el clima de Madrid se dulcificó y permitió que volvieran a sus parques y jardines los madroños, donde ahora abundan.

Sin duda, uno de los madroños más viejos y majestuosos de Madrid se encuentra en la Plaza de La Lealtad, junto al Hotel Ritz, en el jardincillo que rodea el monumento al soldado español desconocido.
Es un ejemplar magnífico, con un aspecto distinto al típico de esta especie.

Bastones de apoyo
Este madroño, como el anciano que es, cuenta con ramas tan grandes y pesadas que precisa de unos bastones de hierro para sujetarlas.

Los madroños son arbolillos de pequeño porte y que apenas superan los cien años, por lo que es difícil encontrar en la ciudad ejemplares de madroño centenarios.

 

EL olmo más amenazado

Olmo-Pantalones-Botanico
OLMO
200 años
Jardín botánico
Ulmus. Árbol caducifolio procedente del hemisferio norte, desde siberia a México o Japón.
En el Jardín Botánico de Madrid es donde podemos encontrar la mayor concentración de árboles centenarios y singulares de Madrid. Allí encontramos al “abuelo”, el ciprés más antiguo de Madrid, con más de 220 años, y al olmo del caúcaso, que con sus 200 años y sus 40 metros de altura es el árbol más alto del botánico y quizás de toda la ciudad.

Uno de los ejemplares más queridos y admirados del Real Jardín Botánico de Madrid es el olmo “pantalones”, llamado así por sus dos inmensas ramas verticales que salen desde su tronco majestuoso. Con sus más de 200 años, “pantalones” es el olmo más antiguo de Madrid, el más grande y por desgracia el más amenazado.

Mimos y cuidados
Como muchos de los olmos que antaño abundaban en los parques y pueblos de España, este olmo está también infectado por una enfermedad mortal, la grafiosis. A pesar de los continuos cuidados y tratamientos que recibe, cada primavera de este querido olmo puede ser por desgracia la última. Mientras se encuentre entre nosotros, este olmo merece por sí solo una visita familiar y respetuosa, como la que se hace a nuestro familiar más anciano. Cuando suceda lo inevitable, el botánico cuenta ya con cuatro pequeños olmos clonados de “pantalones”, que esperemos que hereden con el tiempo su belleza, su longevidad y su resistencia a la malvada grafiosis.

La grafiosis
El origen de la enfermedad responde a la ruptura del equilibrio del sistema que había existido en determinadas zonas aisladas geográficamente. Los primeros daños se observan hacia 1918 en el norte de Francia, Holanda, y Bélgica.

Por Félix Sánchez Villarejo. Licenciado en Ciencias Biológicas en la especialidad de ambiental, colaborador de la asociación Naturbana y que se dedica a promover actividades ambientales en Madrid.

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