La interesante historia de las dos primeras terrazas de Madrid

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La desamortización de Mendizábal en el año 1836, hizo que desapareciesen muchos edificios religiosos, entre ellos el llamado convento de los Mínimos de la Victoria, el cual se situaba muy cerca de la Puerta del Sol; entre las actuales calles de Espoz i Mina y la calle de la Victoria. En el enorme solar que dejó el convento, un acaudalado comerciante madrileño llamado Manuel Matheu, construyó un pequeño bulevar con edificios al más puro estilo parisino y el primer pasaje comercial de Madrid, conocido como la Equidad y Bazar de la Villa de Madrid.  La gran novedad urbanística residía en que el pasaje estaba cubierto por una armadura de hierro y cristal de tres metros de altura, que albergaba unos grandes almacenes de corte europeo con tres pisos con moda de señora y caballero. 

Imagen de portada: Pasaje Matheu.

El glamour de los almacenes del pasaje de la Equidad no caló en la sociedad madrileña, que era menos sofisticada que la europea y aún estaba inmersa en los gustos fernandinos. A esto hubo que añadir el cierre de la sociedad de Manuel Matheu. El resultado fue que poco a poco el lugar se fue degradando y cayendo en el olvido. En 1854 contaba la prensa de la época que, algunos de los cristales de la armadura estaban rotos, dando una imagen desoladora y decadente, hasta que en el año 1874 se decidió desmontar la estructura ferrovítrica, convirtiéndose en un simple callejón peatonal de carácter comercial conocido a partir de ese momento como el pasaje Matheu.

Pero la historia del pasaje Matheu dio un cambio radical con la llegada de dos cafés que volvieron a llenar de vida su espacio. Lo curioso es que estos cafés fueron regentados por dos ciudadanos franceses de ideologías radicalmente opuestas.  Por un lado, el café de Francia, el cual solía tener entre sus clientes republicanos y gente de ideas progresistas. Fue inaugurado en el año 1867 por Camille Double, un revolucionario comunero que huyó de Francia para instalarse en Madrid tras el triunfo del presidente de la Tercera República Adolphe Thiers, el cual suprimió la Comuna de París en el 1871 y fusiló a un gran número de comuneros.  Por otro lado, el conocido como Café París, estaba regentado por un francés monárquico y conservador. Se decía de este café que era tan tranquilo, y silencioso que para jugar a los dados se utilizaba un cubilete de cuero y un tapete para evitar el ruido de los mismo.

Pero estos dos cafés no serían conocidos por su frenética actividad hostelera ni por sus tertulias, sino porque fueron los primeros en sacar sus mesas a la calle, siguiendo la moda francesa, para que sus clientes pudiesen disfrutar del agradable clima del Madrid primaveral y otoñal. De esta manera se instauró en la Capital el concepto parisino de terraza.  Algo que a los madrileños chocó en un primer momento, llegando a mofarse de esta inusual costumbre, comentando de forma irónica que los cafés tendrían que ser tan pequeños que ni siquiera cabían en ellos las sillas y las mesas.
La novedad de las terrazas supuso un cambio radical en las costumbres de la época y terminó extendiéndose por el resto de establecimientos, convirtiéndose en uno de los símbolos de Madrid.

Ambos cafés distaban mucho de la idea de café tertulia imperante en Madrid, donde el bullicio y las acaloradas discusiones a veces llegaban a las manos. Pero cada 14 de julio se llenaban de compatriotas galos para celebrar la Revolución Francesa. El pasaje Matheu se llenaba de banderas tricolores y símbolos nacionalistas; se bailaba al son de música francesa y se terminaba entonando la Marsellesa.

Una de estas celebraciones del 14 de julio será el principio del fin del Café de Francia y el Café París. Cuando estalló la I Guerra Mundial, España tomó una posición neutral de cara al conflicto. Por lo que manifestaciones de uno y otro bando estaban en cierta manera prohibidas. Pero el carácter exaltado de los expatriados franceses, hizo que la celebración del 14 de julio de 1915 fuese una demostración tan candorosa y exaltada que se pidió al sexteto que tocaba la Marsellesa una nueva interpretación del himno. Esta vez los asistentes, entusiasmados entre aplausos y vivas, organizaron tal escándalo que la guardia urbana se vio obligada a desalojar el Pasaje Matheu; prohibiéndose de forma taxativa la celebración del 14 de julio.

Este acontecimiento marcó el devenir de los dos cafés franceses, ya que poco a poco la gente dejó de asistir a sus tertulias, que eran cada vez más escasas y anodinas. Hasta que en los años veinte primero cerró sus puertas el Café París y un año después el Café de Francia.

Por Luis Pérez. Historiador del arte y gestor cultural. Presidente de Madrid en Ruta, cuyo objetivo es dar a conocer el patrimonio de Madrid.

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1 COMENTARIO

  1. Muy interesante la reseña sobre el origen de las terrazas de los cafés en Madrid y que me viene muy bien para una novela que estoy escribiendo

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